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DEPORTE CON PERSPECTIVA DE GÉNERO

Por: Lic. Analía Lilian Pereyra

Sexóloga Clínica y Educativa

IG: @licenciadaanaliapereyra

Si te digo: CORRE COMO UNA NIÑA, ¿Qué es lo que harías?

En un video publicitario en redes se ve que tanto las mismas niñas como los niños al realizarles esta pregunta, realizan la acción de correr de un modo ‘’femenino’’, esto es, despacio, levantan mucho las piernas, lo hacen riendo, realizan ademanes con sus brazos graciosos y por ello cabe preguntarse: ¿Cuando se convirtió en un insulto ‘’hacer algo como niña’’?

Socialmente se espera que hombres y mujeres lleven a cabo roles específicos de género siguiendo estereotipos establecidos. El deporte y las actividades físicas son áreas específicas en las cuales se han evaluado y analizado los estereotipos de género tradicionales.

Al comparar los estereotipos de género ‘’femeninos tradicionales’’ con los de las mujeres del siglo XXI, está claro que las mujeres deportistas están comenzando a establecerse en el mundo del deporte. Su capacidad para desafiar las barreras sexistas y nociones negativas sobre la apariencia física de las mujeres, la capacidad atlética y la participación deportiva, se hace evidente a través de su mayor participación en el deporte. Sin embargo, también es cierto que los estereotipos femeninos tradicionales siguen predominando e influyendo (Wilde, 2007).

Consideradas como el «sexo débil» – físicamente, mentalmente y emocionalmente- las mujeres han sido estereotipadas como femeninas. Debido a estas expectativas de “la feminidad” las mujeres son disuadidas para evitar el levantamiento de pesas, el sudor, ‘’ser agresivas’’ y participar y competir en actividades deportivas. La razón principal de esto es porque la sociedad espera que las mujeres se comporten como «una dama», no demuestren características que se definen como masculinas.

Y por lo dicho, cuando las mujeres «cruzan la línea» y muestran los llamados «rasgos varoniles», su identidad de género, su orientación sexual, sus valores y roles sociales son a menudo cuestionados (Griffin, 1998).

Metheny (1965) fue uno de los primeros en la identificación de los estereotipos de género en el deporte. Según él, había deportes aceptables para las mujeres como natación, gimnasia, tenis, entre otros, lo cuales hacen hincapié en las cualidades estéticas y, a menudo son actividades individuales, en contraste con aquellos que hacen hincapié en la competencia directa y los deportes de equipo.

Estigmas negativos son frecuentemente asociados a las mujeres deportistas y se utilizan como un mecanismo para controlar y limitar la participación de la mujer en el deporte. El deporte y las actividades atléticas se han limitado tradicionalmente para los hombres y se han asociado con la masculinidad y el «dominio masculino».

Desde hace siglos, el deporte, la competición, la fuerza y el espíritu deportivo de equipo se han considerado características apropiadas en el «dominio masculino», como resultado, muchas niñas y mujeres han evitado participar en el deporte.

Pero con los cambios en materia de perspectiva de género, los estereotipos tradicionales para las mujeres comenzaron a transformarse, así las ideas de que «las mujeres no sudan», «las mujeres no corren» y «las mujeres no se ensucian» comenzaron a ser desafiadas y cuestionadas en relación con el hecho de ser mujer y ser femenina.

Es de destacar la importancia de los medios de comunicación, quienes siempre presentan mensajes relacionados con una estética diferenciada por sexos y, por tanto, la actividad física también sufre este condicionamiento social que repercute en la elección de las prácticas deportivas.

Las definiciones de masculinidad y feminidad han sido impuestas socialmente en las actividades deportivas. Para los hombres el deporte se considera importante en el desarrollo de la identidad masculina, pero para las mujeres puede existir una incompatibilidad entre la feminidad y la participación deportiva.

De ahí que un sistema que ocasiona desigualdades en la valoración familiar y social provoca una menor inversión económica destinada a las actividades físicas practicadas por chicas. Por ello la importancia de una educación física desde una perspectiva de género.

Hoy niñas y mujeres jóvenes eligen jugar al futbol, otras levantar pesas, algunas correr en moto y tirarse de un paracaídas, sienten que ese modelo arcaico que les impidió mostrar su fortaleza y deseos ya está perdiendo vigencia y se comienzan a configurar otras maneras de ser mujeres sin condicionantes ni estereotipos que impidan las realizaciones personales y profesionales.

El trabajo de los grupos de derechos de las mujeres ha sido particularmente relevante para el avance de la mujer en el deporte, el acceso al deporte fue incluido en los documentos internacionales de las Naciones Unidas y otras instituciones aprobadas y promovidas desde los años 1970 y 1980.

El deporte no tiene género intrínsecamente.

El deporte puede constituirse en una práctica cultural que contribuye al mantenimiento de las desigualdades de género, o por el contrario puede ser el potencial para transformar las relaciones de género en una sociedad aún desigual y patriarcal.

Si queremos modificar las actitudes a un nivel más global y sobre todo proporcionar modelos femeninos en el deporte abarcando un número mayor de población, existe la herramienta única para ello que es la educación, en particular la Educación Sexual Integral, que brinda herramientas para el necesario análisis y reflexión crítica sobre los modelos acerca de la sexualidad, el cuerpo y las relaciones de género en nuestra sociedad.

generodeporteycomunicacion@gmail.com

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