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HABLEMOS DE ELLAS:“LA OLA MEXICANA QUE HACE HISTORIA”

Por: Mary Rosado

Como suele suceder en cada edición de los Juegos Paralímpicos la delegación mexicana no decepcionó regalándonos alegrías jornada tras jornada, en lo que se convirtió en una constante de despertar y maravillarnos con una nueva medalla, un récord establecido o leyendas que siguen incrementando su legado.

La ola paralímpica mexicana llegó a Tokio para demostrarnos que se puede luchar en la adversidad, y que todo lo que hacemos hoy también está aportando a la historia de quienes nos dieron su ejemplo de triunfo e inspiraron la carrera de tantos atletas. La delegación tricolor terminó su aventura con 311 medallas en su conteo histórico en este evento, de las cuales 104 son de oro.

Lamentablemente no pudimos seguir todas estas hazañas de manera directa, qué ganas de desvelarse viendo a Fabiola Ramírez darle a México su primera medalla en Tokio 2020 o a una Mónica Rodríguez alcanzar el oro 100 para México en su historia en Juegos Paralímpicos. En cambio, tuvimos que conformarnos con lo que nos daban las redes sociales, algún que otro video e irnos a dormir mandando el mejor de los éxitos para nuestra ola paralímpica.

Pero justamente así, despertando durante todos estos días recibiendo buenas noticias es lo que tanta falta nos hace, ¡despertar! Entender como sociedad que todos y todas somos parte fundamental de ella, que todos valemos lo mismo, sin importar si corremos con un guía o una prótesis. Que la admiración y el respeto no deben estar sujetos a cómo luce nuestro cuerpo.

México obtuvo en Tokio siete medallas de oro, dos de plata y trece de bronce para un total de 22 preseas, superando de este modo las obtenidas en Beijing 2008, Londres 2012 y Río 2016. Nos dejó claro que la historia no hace distinciones de ningún tipo, que puedes tener 18 años y convertirte en el primer campeón paralímpico de tu deporte o tener 44 años y ganar tu cuarto oro consecutivo.

   

No nos quedemos únicamente en el contexto deportivo, aprovechemos ese fervor que nos ha dejado Tokio 2020 para aprender a ser más tolerantes, más incluyentes en nuestro día a día, comprendiendo que, sin importar cómo nos vemos, somos habitantes del mundo.

Porque al igual que en unos Juegos Olímpicos, la vida misma se trata de los momentos que superamos, de las pruebas que nos fortalecen, de todas esas situaciones en las que debemos buscar salir vencedores; incluso, también se trata de las derrotas, que nos enseñan que lo importante no es tanto el resultado como saber que estamos en el proceso de ser nuestra mejor versión.

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